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GÓMEZ MARTÍNEZ, María

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Datos biográficos

Nace en Isla Cristina (Huelva) en enero de 1963. Estudia Sociología y comienza desde muy temprano a escribir poesía.

Obra literaria

  • La fotografía está blanca (Ediciones del 1900). 
  • Amanda (Huelva : Diputación Provincial, Área de Cultura, 1993.Col. "Ora poética; 8")

 Aparece en las Antologías:

  • Palabra de mujer (Punta Umbría: Ayuntamiento, 1997) Colección Torre Almenara ; 2.
  • Las noches del 1900 : joven poesía onubense (Huelva : Ayuntamiento, Concejalía de la Juventud, 1994).
  • Voces del extremo 1999 (Fundación Juan Ramón Jiménez).
  • Voces del extremo 2000 (Fundación Juan Ramón Jiménez).

Y algunas otras publicaciones en revistas como Aullido, Ateneo Obrero,...

Menciones y reseñas de Internet

Fragmentos de su obra

Palabras para María
(poética inacabada)

El yo de mi poesía
abre sus versos
al nosotros pluralísimo
y mojado
como espaldas que juegan
a la supervivencia atroz.

Pero todavía hay un yo
que revolotea desorientado,
aturdido, desmemoriado,
que no recuerda la erótica
del desorden de su nombre,
que ha convertido
a la mujer en poeta
recién cansada,
incapaz de salvar
los puentes levadizos,
atrapada en carreteras
que matan a los perros,
cabalgando siempre
mal adentro,
sin escribir ni una palabra
para la carta de amor
al comunista de sus sueños
perdidos,
sin continuar el pretendido
diario de una funcionaria
puteada,
sin intención de ganar un Planeta
errante,
ni un juanramón siquiera con perejil
de plástico,
ese mal rollo que no cesa.
A su edad de alcohol y tabaco
en estos tiempos de cólera,
de calambres de espino,
de estado civil de sitio sin localizar.

De lo que se come se cría
Mi niño-luna
Se encuentra en la fase oral
-dicen los pediatras-
por eso mastica, lame,
chupa, mujer, todo
lo que descubre.
Mi niño-medida
no distingue lo amargo
de lo dulce, todavía;
lo ácido ni lo salado,
el mar del papel,
el alambre de la yerba.

Mi niño-mimo
se lo come todo
por eso dejo a su alcance
-a ver si le crecen dentro-
los poemas crudos
de algunos amigos míos.

El Tamborilero sin papeles
El camino desde Marrakech
dejó mi cuerpo a punto de eclosionar
mas mis entrañas lo sabían muy bien:
tras el río grande me esperaba calor,
fruta y turrón ropopopón.
No quisiera tener que cambiar
nada por sangre, sangre por dignidad,
mujer basura por llanto de mujer
raza y raíces que poner a tus pies
en tu colchón, ropopopón.

Cuando dios me vio pariendo ante él,
desapareció.

No necesitaron nunca
intercambiar curriculums
de fracasos por amantes.
Ni se exigieron la prueba del sida
para follar sin condón.

Ni siquiera fue necesario
dejar constancia de haber leído
a Bukowsky ni conocer a Buñuel
para escribir poemas con las manos,
como se comen las sardinas.
Y las uvas.

Le prometió una noche
de hombre-lobo
entre caderas y rumbas.
Yo soy la mujer,
dijo ella celebrando sus piernas
depiladas con la cera
del porsiacaso.
Olvidó, sin embargo,
que la luna no engaña
en cuartos menguantes.
Divergencias capilares,
se dijo,
posiblemente.